Un anciano pasa 90 días en un andamio tras convencerse de que los obreros eran “muy eficientes pero algo ruidosos”
Tarragona, España. La confusión entre arquitectura y vida cotidiana ha alcanzado nuevas cotas esta semana después de que Gregorio Martínez, un jubilado de 76 años, pasara inadvertidamente tres meses viviendo en el andamio de una obra, convencido de que se trataba de su propia casa “en plena reforma integral”.
Los hechos comenzaron el pasado diciembre, cuando Gregorio, tras un paseo matutino con su perro imaginario (llamado “Fax”), regresó a lo que creía era su domicilio en la calle Roger de Llúria. Al encontrar una estructura metálica cubierta por lonas y rodeada de sacos de cemento, pensó: “Mira tú, por fin empezaron con la reforma de la cocina. Ya era hora”.
Sin percatarse de que su verdadero edificio estaba dos manzanas más abajo, Gregorio accedió al andamio con sorprendente agilidad. Durante semanas habitó una plataforma del cuarto piso, colgando una cortina de ducha como puerta, un cartel de “Bienvenidos” reciclado de Navidad, y utilizando un microondas conectado a un alargador que robaba electricidad del piso en obras.
“Pensábamos que era parte del equipo de vigilancia nocturna”, declaró Jordi Palop, jefe de obra. “Venía con su batín, su termo de café y hablaba solo… así que nadie dudó de su autoridad”.
Gregorio cocinaba sopas instantáneas en una caja de herramientas convertida en cocina improvisada, dormía en una tumbona de playa y aseguraba que “la televisión por ahora no la han conectado, pero tengo buenas vistas al contenedor de escombros”.
Nadie notó su presencia durante tres meses. Según los vecinos, “es que en este barrio ya no se sorprende uno de nada”. Un repartidor de comida rápida incluso llegó a dejarle pedidos creyendo que era parte del personal de vigilancia de la constructora. “Siempre pagaba en monedas de cinco pesetas, pero tenía cara de buena gente”.
La confusión se desveló este lunes cuando Gregorio, molesto por la “ausencia de cortinas nuevas”, bajó a quejarse a la oficina de atención al cliente de la constructora y preguntó por “el avance de la bañera hidromasaje”. Fue entonces cuando descubrieron que no figuraba en la lista de propietarios ni inquilinos.
“Pensábamos que era una especie de supervisor municipal encubierto. Llevaba una libreta y apuntaba cosas como ‘esquina polvorienta’ o ‘escalera sospechosamente torcida’”, explicó otro obrero.
Tras ser informado de la situación, Gregorio solo respondió: “Bueno, entonces ¿mi tele está en la otra casa? Porque tengo que ver el parte”.
La familia, que lo había dado por “de vacaciones mentales”, ya lo ha llevado de vuelta a su verdadero hogar, donde se ha reencontrado con su gato (que nunca tuvo) y ha prometido “no volver a entrar a sitios en reformas sin casco homologado”.
La constructora, por su parte, ha propuesto bautizar el andamio como “Residencia Gregorio” en su honor, y estudia crear un modelo de vivienda inspirada en su estilo de vida minimalista, vertical y ventilado.